Un tres de noviembre.



Huele a naranja el tren.
A otoño ocre, tras la ventanilla.
Dentro la gente charla, lee y duerme.

Ya ha pasado el medio día
y el sol entra en el vagón, tímido
desde la esquina izquierza.

Apenas queda una hora
para llegar a casa.
Me lo dicen los árboles, mi tierra
y las casas de piedra.
El cielo azul y la helada
que caerá esta noche.

A mi lado está él.
Soportando
el peso de mi pierna ahora mismo.
Y mi mal genio cada mañana.






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