La eterna.


Puede ser lluvia, invierno.
Poco tiempo, o el demasiado.
La distancia, la libertad.

Puede ser lo húmedo
de esta tarde lo que cala en las paredes.
Cueva oculta, roca quebrada.

Pueden ser las sábanas que até
a mis sueños para colgarlos
por la ventana.

La duda.
La eterna.

Puedo ser yo, o el día.
El de después o el siguiente.
El principio, el final.

Pueden ser.


La memoria de las horas.


Si existiera la manera.
Si hubiese existido el modo
el mágico recipiente
el cofre del tesoro capaz
de contener aquellas horas.

Esos momentos...
cada mirada, cada caricia
cada palabra no dicha.
Y las que nos dijimos.
Cada respiración.

Mis pasos apresurados hacia ti
como los que di
cuando te vi bajar del tren.
Si hubiese podido contenerlos,
contenerme.

Como cada gesto tuyo.
No necesitaría recordarte
a cada instante.


Empiezo a preocuparme.

Ya te he escrito más
poemas, que días
pasamos juntos.

A este paso te escribiré
uno por cada día
que no lo estemos.


Gente, la justa.

No me gustan los edificios altos
ni siquiera los de más de tres plantas.
No me gustan las grandes avenidas
atestadas de gente y escaparates ostentosos.

No me gustan las prisas en maletín
ni las risas en lata.
Odio el maquillaje en pote
y la silicona.

Me gustan las calles estrechas.
Y las casas de piedra.

Las tiendas de barrio
y los tenderos que te preguntan por la familia.
Ver pasear a la gente
comiendo pipas, charlando.

Y a los niños con sus primeros patines
su casco, sus guantes y sus rodilleras.
Dispuestos a caerse.
Y a su padre de la misma guisa.

El silencio de la noche y los pájaros
al amanecer.

No me verás en un garito ensardinada
pisada, codeada, sin poder moverme.
Gente, la justa
y buena música, por favor.

Tampoco saliendo del baño
con la nariz coqueta.
Soy más de salir afuera a echar un peta.
De regatear más que de inditex.


El radiador del pasillo.


Cuántas veces me habré sentado aquí
en este suelo, en mitad el pasillo.

Cuántas veces este radiador
en el que tanto vi pensar a mi abuela
me ha reconfortado.

Como el recuerdo de sus palabras.

Hoy me siento aquí
como siempre, y pienso en calma
como lo haría ella.


El que me invento.


Es el mañana que está y no existe.
El que me invento.

Es el hoy, aquí y ahora.
Es la vida, que no sabes dónde termina.

Yo sólo sé que caminar es poner un pie
y delante el otro.

El tropiezo, como el mañana
está y no existe.

E inventar es el vuelo.


Ahora que conozco tus besos.


Agarraste mi mano
nos miramos, y confié.

Y echamos a correr
juntos
sin que ninguno supiese a dónde.


Te vas...

Te vas
y me dejas la miel de tus ojos
en los labios.

Te vas y me dejas tus caricias.

Tus manos.
Tu piel y la mía.
Suaves, lentas...

Te vas
y las horas
que se nos quedan pequeñas.

Te vas
y yo camino vuelta a casa
para no verte marchar.

Aunque sé que te vas
espero que vuelvas.