A veces nadie.


A veces me vuelvo inexistencia
vacía, transparente.
Sombra callada
que se disipa, desaparece.

A veces me sobra la piel
y los ojos
siempre húmedos de verte lejos.

A veces, nadie nos ve morir.




Goteo de ausencia.


En el tímpano.


Vuelvo a mi árbol hueco
bosque de nadie.

Vuelvo, el verano está ahí fuera.
Se escuchan adolescentes en celo
luz amarilla y pájaros trinar.

Yo sigo siendo invierno
despertares mudos y días sordos.

Graves en el tímpano
para aliviar vacíos
distancias.
Callar las penas
seguir latiendo.

Otro día, otra noche.
Más horas.
¿Qué importa?

Vuelvo, a mi árbol hueco.
Okupo y resisto.



Surcos en la niebla.


Me repongo de mi misma
de esta rutina sola que soy
de la niebla que envuelve el futuro.

La disipo, creyendo.
No dejaré que esa nada toque mis talones
que el tedio me agarre
me paralice.

Seguiré girando, luna.
Llena, vacía, nueva...
En el trayecto de los días
huellas frescas.
Barro gris.
Entre el poder y el no poder.
En el surco que las horas errantes
dejan al pensar.



Café y Lluvia.


Despertar de café y lluvia.
Silencio hueco
y ruido de mañana en la calle.

Legañas de tristeza de ayer
entre restos de lápiz de ojos.
Coleta, tres cuartos de lana.

Primer cigarro.
Mi respiración
humo y el olor a café tras el cristal
condensados.
Como afuera las nubes
como dentro las ganas.