Domingo 22 de abril.

Ya no me quedan palabras
para contarte cómo me siento.
Las sílabas resbalan por mis mejillas
huyendo de un barco que se hunde, sin orden.

Un manojo de cuerdas en el estómago
que se atan a mis vísceras y que no puedo vomitar.
Como el gato sacando de sí la bola de sus pelos.

Ya no me quedan palabras.
Sólo letras enredadas en pensamientos
que se piensan a sí mismos
una y otra vez.

Ya no me queda corazón
la fruta dulce murió a picotazos.

Entre marzo y abril.


Ya se va la luz naranja
se va y hasta mañana no volverá.

Se va como se me van a mí los días
como el viento se nota en la piel.

Martes 20 de marzo.

Ojalá mi tristeza fuese como la lluvia
y cayese, mojase y cesase.


Triste (sin fecha, probablemente marzo).

Triste luciérnaga que no brilla
fundida entre chispas.
Sola y sin sentido.
Lágrimas lentas como baba de caracol.
Amargura de monda de limón rayada.
Silencio, y mil decisiones que nunca decido.