16 de mayo.

Caminé por la vereda del río.
Cuando aún brillaba el sol.
Me dejé inundar de su calor.

Me senté en lo alto del muro,
me quité la chaqueta
y me encendí un cigarro.

A mi lado una chica
leía un libro
tras unas enormes gafas oscuras.

Comenzó a llegar gente,
apagué mi cigaro
y seguí caminando.

Vi a un señor en un banco
con su perro,
gente corriendo
y alguno en bicicleta.

Pasé por los embarcaderos.
Un pescador con su gorro
y un par de parejas.

Pimavera, si. Y los chopos
esparciendo nieves de polen.
Más gente corriendo.

Y en la hierba
otro par de dos
que se revuelcan y ríen.

Historias pintadas
debajo de los puentes.
Tres gatos en celo que juegan.

Y tres ancianas sentadas
que discuten aún
estando de acuedo.

El semáforo en rojo
y a mi lado pasa un roller
con patines rojos.

Se pone en verde.

Y me voy a casa.

12.5.2010



Hoy también. Hoy también llueve. Aquí en Valladolid.
Hoy también el cielo está gris. Hoy, también, el tiempo es ausencia.
Y como siempre, hoy, tampoco tiene clemencia. Una luz fría que brilla
tras el cristal. Un tic-tac incesante que se lleva con él cada instante.
Un no cesar, que va cesando todo por donde pasa. Pasado, ya es.
Y vuelve a ser presente. Vuelve el nudo. Y el futuro es inexistente.
Como un palpitar, mudo, pero a la vez latente.




Dónde quedó la mía.

Lloro casi cada mañana, y me gustaría saber por qué.
Qué hay en este mundo que me produce tal desolación.
Qué había antes en él que hacía que yo fuera una sonrisa.
¿Qué fue de la inocencia? ¿Dónde quedó la mía?
Se esfumó a esta orilla del río.

Y me gustaría recuperarla, volver a ser una cría.
Volver a reírme de esta cruel vida.
Volver a encontrar en el sol una salida.
Revolcarme en la hierba, que cure mi herida.

Tal vez sea mi mirada, que volviéndose
distante y apesadumbrada, no arregla nada.
La que antes tenía luz, la que brillaba,
la que pensaba que podía con todo lo que le echaran,
la que creía en la bondad humana.

Y a quíen no le gustaría, convertirse
en aquel niño nietzschano y salvar el mundo
y los corazones humanos.
Y hacer que temblasen las normas
y se petrificasen los dogmas.
Romperlo todo, como siendo Galeano.

Los años, la experiencia, el niño y la inocencia.
Mi poca paciencia arrebatándome lo que creo.
No quiero ser así, no quiero
que la desesperanza me trague
en un pozo sin fin.

Quiero ser el principito de Exupery.
Max Estrella.
Quiero más luces de bohemia,
y poder volar, irme de aquí para allí.


Publicado en "La Fanzine # 4" UTOPÍAS
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